Volver a la vereda Las Mercedes (Cesar), 20 años después
Con apoyo de la URT Cesar – La Guajira, don Ismel Macea, de 74 años, cumplió su anhelo de regresar a su predio ubicado en zona rural de Becerril. Los efectos del conflicto armado marcaron por décadas la vida familiar. Sin embargo, hoy en día recibió las 20 hectáreas de la Parcela 17 ‘El Nival’, justo reconocimiento de lo que siempre le perteneció._
En septiembre de 2001, a Ismel Macea Mieles, su señora y dos hijas, el Incora les adjudicó una parcela ubicada en zona rural del municipio de Becerril, al noreste del Cesar. El hombre, para la época de 51 años, arribó a la vereda Las Mercedes con su vocación campesina, acompañado de algunas herramientas para trabajar la tierra: azadón, palín, algunas ‘rulas’ (machetes) y una cantidad de semillas que contenían la esperanza de un nuevo comienzo en suelo fértil, ideal para la producción agrícola y la ganadería.
Poco tiempo transcurrió la vida en tranquilidad para las familias campesinas asentadas en los municipios del área de influencia minera cesarense. En los primeros años del nuevo siglo, se recrudeció la violencia en la región Caribe. La disputa del territorio por parte de grupos armados al margen de la ley dejó una estela de crímenes en contra de las víctimas, en su mayoría ajenas a las hostilidades. Población civil atrapada en medio de una guerra fútil, que trajo muertes, desapariciones, además del despojo y abandono forzado de tierras en gran parte del Cesar.
‘El Nival’, predio marcado como la Parcela 17, con sus 20 hectáreas de extensión, era la más preciada propiedad de los Macea, hasta que en 2002, hombres al mando de alias ‘Zambo’ —lugarteniente de los comandos paramilitares en la zona—, acabaron con la paz de la comunidad. Así se fue minando la tranquilidad en la vereda Las Mercedes, pues el temor de la población crecía a la par de la intensidad del conflicto. En especial, tras los asesinatos perpetrados principalmente por los ‘paras’ en la zona.
Un año después, la muerte se aproximó a la familia: esta vez, las víctimas eran muy cercanas al señor Ismel, pues la pérdida de su tío y primo, el mismo día, bajo las mismas circunstancias y victimarios, fue la prueba amarga de la violenta realidad padecida en aquel tiempo.
Sin embargo, por un momento la necesidad le ganó al temor. A pesar de estos cruentos sucesos, Ismel y su familia continuaron su vida en una tierra que gradualmente pasó de ser el hogar, a convertirse en la base de operaciones del paramilitarismo en la región. Soportaron esta situación hasta que, nuevamente, las balas cegaron vidas inocentes. A mediados de 2004, los cadáveres de dos vecinos fueron literalmente recogidos en hombros por los integrantes de la comunidad, ya que ni las autoridades ingresaban a ese apartado lugar mientras las autodefensas imponían ley y castigo.
La venta obligada de la tierra fue la opción tomada por Ismel Macea. El negocio, forzado por las circunstancias, le permitió obtener ciertos recursos que le ayudaron desplazarse hacia la cabecera municipal de Becerril, zona urbana en la que permaneció junto a su familia por más de veinte años. Durante todo este tiempo, se tuvo que apartar de su vocación campesina para dedicarse a otras labores.
Al conocer de la existencia de la Unidad de Restitución de Tierras (URT), la familia acudió a la Dirección Territorial Cesar – La Guajira, con sede en Valledupar. Luego de surtir la etapa administrativa y de la inscripción en el Registro de Tierras Despojadas y Abandonadas Forzosamente, junto a los abogados de la entidad —adscrita al Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural —, la familia inició el litigio con la pretensión de restitución de ‘El Nival’. Agotada la primera instancia y sin terceros con interés en el predio, el caso se falló en favor de don Ismel y sus seres queridos.
En agosto de 2023, por decisión de la Sala Civil Especializada en Restitución de Tierras del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cartagena, el caso fue resuelto. El brazo de la justicia por fin alcanzó a un hombre que ahora tiene más canas, a sus 74 años. Pero su edad avanzada no es impedimento para su intenso deseo de volver a disfrutar lo que siempre fue suyo: la tierra restituida, la que 23 años atrás la nación le adjudicó para vivir.
A la diligencia de entrega material del predio acudió Ismel, junto a sus hijas, quienes ya adultas han sido testigos de la gestión de la Unidad de Restitución de Tierras en defensa de sus intereses.
Mientras el juez encargado de la diligencia describía las órdenes de la sentencia, se notaba alegría en los rostros de la familia restituida. En el ambiente reinaba el júbilo tras años de espera y la espiral de violencia padecida. Rostros visiblemente emocionados, de personas que afirmaban con la cabeza cada vez que el juez anunciaba para ellos: la entrega de las 20 hectáreas restituidas de la Parcela 17; el mandato a la URT para la implementación de un proyecto productivo por más de $50 millones de pesos; tal como la remisión para que el Ministerio de Vivienda atienda las necesidades de los Macea con el beneficio de un subsidio para un hogar rural, que les permita avanzar en dignidad y en paz.