“Dos sueños me salvaron la vida”: Iris Rodríguez
Testimonio de perdón y resiliencia de una policía, víctima del conflicto armado al perder a su primera hija en una toma guerrillera en Magdalena. Iris fue una de las personas que recibieron homenaje en el Día del Veterano.
Por Erick González G.
Dos sueños me salvaron la vida porque Dios me estaba dando otra oportunidad… es que el dolor de la muerte de un hijo no se compara con el dolor de nadie… después de 23 años de la muerte de mi hija Diana del Carmen en la toma guerrillera que sufrí en Pueblo Nuevo, en el Magdalena, no puedo ver noticias donde hablen de la guerrilla ni películas donde haya muchas muertes o mucha acción porque vuelven los recuerdos, las pesadillas… era agente de la Policía cuando en esa toma también mataron a un sobrino de 16 años y le dieron seis tiros de fusil a una sobrina de 14 años, que sobrevivió.
¿Ah?, sí, mi nombre es Iris Teresa Rodríguez Villegas, y no me da pena decir mi edad, tengo 47 años, nací en Barranquilla, y solo Dios sabe por qué me han pasado tantas cosas, pues porque soy hija única y mi mamá cuando me tuvo quedó en silla de ruedas… tuve que vender frutas en la calle, vender lotería para ser policía… juré bandera el 21 de agosto de 1993.
Siempre me gustó trabajar en operativos… ¿que qué es trabajar en operativos? Un policía de operativo trabaja en la parte rural, donde hay que salir a patrullar en las veredas, en las fincas con fusil, con granada… esa vida de guerrera me gustaba, no me daba miedo nada, yo me metía con el fusil a que me mataran, porque era buscar a quien tocaba buscar… recuerdo que en un operativo le salvé la vida a un superior que le metieron un balazo y con la punta de un palo le sacaron un ojo.
- ¡Iris, Iris me voy a morir! ¡no me deje morir, china!
- Mi mayor, ¡usted no se va a morir…!
Cogí al mayor y lo saqué arrastrado, y como tenía conocimientos de primeros auxilios le ayudé; con una mano le tenía donde le arrancaron el ojo y con la otra lo desvestía… Estuve con él hasta que llegó el helicóptero.
¿Qué quiénes fueron? Los de la guerrilla… ¡ah! en un operativo en una invasión en Sincelejo, había guerrilla metida en esa invasión.
También estuve en un bloque de búsqueda en la época de Pablo Escobar… solo comunas… patrullaba por Kennedy, por Manrique, un grupo de 40 a 45 personas, porque mataban muchos policías y civiles… subiendo a Manrique nos cogieron a plomo… nuestra base estaba en El Poblado y una noche nos dio la locura de ir a bailar a una discoteca que se llamaba As de Corazones, en pleno centro de Medellín, cuando el administrador:
- ¡Tienen que irse ya! ¡Vinieron a matarlos!
Y nos salimos por las ventanas, por las puertas, allí mataron a compañeros… eso fue terrible… nos iban a acribillar… ellos sabían que existía ese grupo operativo… tiempos duros… en ese entonces nos tocó servicio de estadio Atanasio Girardot… eran tres camiones que salían, yo iba en el primero, adelante con el chofer, cuando levantaron a plomo el segundo camión que salía del estadio… fue una emboscada durísima… un grupo de compañeros borrachos nos metimos en la noche al cementerio a despedir a nuestros amigos.
No le tenía miedo a nada hasta que me mataron a mi hija… ahí comencé a valorar la vida. Yo trabajaba en el Plato, en el Magdalena, donde había un teniente muy abusivo… todo lo que yo hacía para él era malo… yo le hablaba de eso a mi sargento, pero me decía que no podía hacer nada. ¿Si él sabía que yo era casada? Es que yo ya era viuda del papá de mi niña asesinada, que también era agente, al que mataron durante el servicio en San Marcos, en Sucre.
Así que en Plato ya era viuda, pero mi hija estaba viviendo en Barranquilla… ese teniente ejercía abuso de poder y como no pudo lograr nada conmigo me trasladó a Pueblo Nuevo… allá los compañeros me recibieron bien e hice buenas amistades, en especial con un compañero llamado Arzuza, que moriría en la toma… pero el teniente seguía pendiente de mí, llamaba a preguntar qué hacía yo… una vez me llamó a decirme que yo no podía vivir fuera de las instalaciones…
Me tocaba mi descanso navideño del 24 de diciembre, pero él me dijo que no podía, que para el 31, pero después me dijo que ese día tampoco se podía. Me concedió el permiso el 7 de enero, así que me fui a Barranquilla ese día… llegué a casa, y mi hija y mi sobrino me dijeron que los llevara al pueblo… a veces las cosas avisan, pero uno no se da cuenta de eso… ya nos habían dicho que no nos distrajéramos que la guerrilla estaba en los pueblos, que estuviéramos pilas… al día siguiente me los llevé para Pueblo Nuevo, donde la pasamos delicioso.
Me tocaba turno, pero no era la comandante de guardia… ¿qué hace ese comandante? En ese momento era el que tenía que verificar el armamento, que el personal estuviera completo, o sea que se encargaba de anotar las novedades que se presentaran en el turno de seis u ocho horas… allí había un pupitre y una mesa donde se hacen las anotaciones de guardia. Cuando me acomodo en el escritorio veo una venta de agua al frente…
- Tan raro, Arzuza, esa venta de agua ahí al frente, cuando estuve en Guarandá, en Sucre, pusieron una venta de agua al frente de la estación y era para hacer inteligencia.
- Ya viene hablar… ¡qué se va a meter la guerrilla ni que nada!
Y veo una Caterpillar al lado de la estación…
- Ay, Arzuza, tan raro esa Caterpillar, vea que en Guarandá desde una Caterpillar le daban plomo a la estación.
- Aquí no se va a meter nada.
- A mí esa venta de agua no me gusta.
Me fui para mi cuarto, donde estaba mi niña con mi sobrino, porque había una fiesta esa noche en el pueblo, y cuando entro la niña mía me dice: “Agáchate”. Yo me agaché, me puso una manito en el hombro y me dijo: “Mami, mi papi Omal vino”, ya él estaba muerto… “No mami, papi Omar está en el cielo”, le dije… “No, mami, mi papi Omal vino y me dijo: ‘Yiana, yo te quiero mucho’”.
Yo no entendí el mensaje… la acosté y salí para el frente de la estación con el fusil, pero no cogí las granadas… había dos garitas, yo me puse en la garita derecha con Arzuza… en la izquierda se hizo el compañero Rincón… él nunca se sentaba ahí, siempre se hacía al frente, en una casa abandonada.
Me paso a la garita donde estaba Rincón y él se hace al lado de Arzuza… empiezo a jugar con el seguro de mi fusil… le dije: “Apaga ese foco que se va a meter la guerrilla y al primero que van a matar es a ti”. A veces uno habla y las palabras tienen tanto poder… cuando viene un camión despacio y veo que comenzaron a caer como hormigas y empezaron a tirar plomo… yo no me muevo… pensé que era un caso táctico, pensé muchas cosas y no pensé que fuera la guerrilla.
Reacciono, volteo y veo a Arzuza y a Rincón sin cabeza; a ellos son los primeros que mataron porque tenían el bombillo prendido… comencé a gritar: “A mi hija no, a mi hija no”, y ella me gritaba: “Mami ven, mami ven”… y empecé a dar plomo… la esposa del comandante de la estación estaba allí de visita, embarazada, y yo grito: “¡No disparen, no disparen, que hay una mujer embarazada, déjenla salir!”, y ella salió por el frente mío y le dije: “¡Cógeme la niña, cógeme la niña!”, pero los nervios no le dieron para agarrarme la niña… sigo disparando… no me matan porque Dios no quiso… cuando el guerrillero le dice a mi hija: “¡Callate, hijueputa!”, y ¡pum! le zampó el tiro en la cabeza, y grito: ¡Nooo, a mi hija, nooo! Cuando él hizo eso, me tiré al piso y lo maté. Yo no alcancé a llegar donde mi hija porque seguían disparando… le dije a un compañero que me tirara un proveedor y me lo pasó… seguí disparando, pero me quedé sin municiones…
Allí había una fosa porque nosotros no teníamos taza de baño, y yo me metí en la fosa, me acosté ahí y un guerrillero me alcanzó a pisar la pierna, pero no se dio cuenta, porque en la fosa es puro excremento con agua sucia y barro, ¿me entiende?… ahí enterrada escuchaba cuando ellos decían: “¡Vámonos, vámonos! Se acabo el tiempo, quién sabe dónde quedó esa perra”; ellos sabían cuántos éramos, nos llamaron por el nombre, nos habían hecho inteligencia.
Cuando sentí que todo quedó callado salí para una alberca que teníamos, me lavo y salgo corriendo adonde estaba el cuerpo de mi hija, la cojo y con una mano la tomo del cuerpo y en la otra mano me cayeron los sesos porque le volaron media cabeza, alcanzó a mirarme con el otro ojito, suspiró y quedó en mis brazos… el tiro que le dieron a mi hija, ese mismo tiro mató a mi sobrino, a una sobrina le dispararon, pero ella se hizo la muerta y se la llevaron para el hospital.
De tanto medicamento que tomé he olvidado caras, nombres, ni siquiera me acuerdo quién fue el compañero que me quitó la niña de mis brazos…
Renegué de Dios y de la Virgen del Carmen…
Yo tengo mis otros hijos con mi actual esposo, pero un hijo no reemplaza a otro jamás. Intenté matarme antes de tener a mi otra hija… un día llegué a mi apartamento, me senté en el sofá, me puse el revólver en la cabeza, en la boca, en el pecho, lloré tanto que me quedé dormida en ese mueble… cuando me vi en una casa grande con escaleras en oro y una esmeralda en la mitad, y cuando pongo el primer pie en las escaleras me llama un viejito vestido de blanco con la barba que le llegaba a los pies, pero en vez de pies tenía cintas, y él me llamó: “Iris, me buscas a mí”, yo volteé, y como yo soy tan rebelde le pregunté: “¿Y quién es usted?”… “Yo soy Dios, y tú todavía no vas a entrar a mi casa”, yo le dije: “Qué va a ser usted Dios, usted no es ningún Dios”, y monté el otro pie, pero cuando pongo el segundo pie, me dice nuevamente: “Iris, ya te dije, tú no vas a entrar a mi casa, ¡devuélvete!”, cuando me dijo eso me desperté, abrí mis ojos y tenía el revólver entre mis piernas… esa fue la primera oportunidad que me dio Dios.
La otra, cuando mi hija María Angélica tenía ocho años tuve un sueño en el que veía a mi niña, la fallecida, que estaba en el cielo, no tenía pies, tenía cintas blancas… yo le decía: “Vámonos, mami, vámonos para la iglesia para tu primera comunión”, y ella me respondía: “No, mami, tú no puedes llegar a la iglesia, tú tienes que cuidar a mis hermanos”… en realidad eso sucedió cuando estaba en el parto de mi segundo hijo, que ahora tiene 17 años, y en ese momento yo me estaba desangrando por una cesárea… casi me muero, y desde ahí se me quitaron las ganas de quitarme la vida, porque si así lo quiso Dios, para algo me tendrá…
Estoy pensionada… el pasado Día del Veterano tuve muchos sentimientos encontrados, de alegría, de tristeza, de volver a recordar, pero estoy muy agradecida que la Unidad para las Víctimas me haya tenido en cuenta para esa conmemoración, porque uno no está solo y el dolor lo estoy compartiendo con otras personas…
Mi esposo sigue activo en la Policía, mi niña tiene 21 años, estudia sexto semestre de psicología y quiere especializarse en ciencias forenses, y mi hijo hizo primer semestre de Derecho, pero se quiere presentar en la Escuela General Santander para ser oficial de la Policía… mi esposo y yo estamos de acuerdo con esa decisión… es que no tengo resentimiento con la Policía ni con la guerrilla ni con nadie… yo pienso que uno tiene qué perdonar, y solamente Dios sabe el por qué sucedieron las cosas… espero que me sane las heridas, pero si me preguntas, ¿Iris, quieres volver a la Policía? No lo dudaría, me uniformaría.