Éxtasis, la droga de discoteca que es letal al mezclarla con licor

En Colombia la sustancia es constantemente adulterada y eso representa un gran riesgo para quienes la usan, en especial cuando las mezclan con alcohol.

El tema de los riesgos que corren quienes usan éxtasis, también conocido como MDMA, se revivió esta semana tras la muerte de la periodista María Andrea Cabrera Martínez, hija del general (r) del Ejército Fabricio Cabrera, cuyo fallecimiento, según confirmó Medicina Legal, lo causó el consumo de éxtasis con licor, que no se sabe si fue de forma consentida, por lo que se investiga si se trató de un homicidio.

De acuerdo con los expertos que consultó EL TIEMPO, el peligro radica en la suplantación de ese psicoactivo, ya que los expendedores la rinden con otras sustancias o sencillamente le hacen creer a quienes la consumen que están comprando MDMA puro, cuando en realidad les están proporcionando otros estupefacientes que si bien pueden afectar la salud al consumirlas con alcohol, no son precisamente letales, por lo que sus usuarios se confían, las ingieren y a su vez beben, algo que conlleva a su muerte si les venden la droga de verdad.   

“Fui director de 1998 a 2001 del programa presidencial Rumbos y nunca encontramos una muestra de éxtasis real, lo que venden en las discotecas generalmente son anfetaminas que producen unos efectos parecidos a los del MDMA: aceleración del pulso, sensación de euforia haciendo creer que se está bajo el efecto de la sustancia”, explicó Augusto Pérez, director ejecutivo de la Corporación Nuevos Rumbos que realiza investigaciones sobre el uso de estupefacientes y alcohol, en especial con menores de edad.

Pero en el último lustro habría aumentado la calidad de esa droga, por lo que quienes la usan se encuentran en mayor peligro. “Desde hace cinco años hemos visto una reducción en la suplantación del éxtasis, es decir que cada vez es más puro y llegan pastillas de mayor potencia, las hemos encontrado de 220 o 240 milígramos”, explicó Julián Quintero, quien lidera la iniciativa, que trabaja en la reducción de secuelas y daños para quienes utilizan psicoactivos.

Y si a esa situación se le suma el ambiente de las discotecas o fiestas, por lo general de música electrónica, mezcla con alcohol, y poco o nulo consumo de agua, se conduce al llamado ‘golpe de calor’ que conlleva al deceso de quien la utiliza. “Produce mucho calor lo que acelera la deshidratación, y al mezclarlo con el licor, que es depresor del sistema nervioso, se produce un choque tóxico en el interior del cuerpo que actúa muy rápido y da poca capacidad de reacción”, indicó Quintero.

Pero además la prevalencia en su consumo pasó de 1,4 por ciento, en 2009, a 1,9 en 2016, según el último Estudio epídemiológico andino sobre cunsumo de drogas en el pueblo universitario,que realizó la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC), y en el que Colombia aparece como el país andino con más usuarios de éxtasis.

Por esa razón Quintero solicitó que se prendan las alertas, porque consideró que el consumo de MDMA tiene un nuevo auge en el país, y más ahora que se viene una temporada de eventos, muchos de música electrónica, en los que es común el uso de esa droga: “Nos preocupa mucho porque desde hace unos años no se reportaban muertes por éxtasis de manera tan pública y tememos que esté ocurriendo en otros escenarios que no tienen la posibilidad de darse a conocer en la sociedad”.

¿Como prevenir las muertes por uso de étaxis?

Prevenir los decesos es posible, en primer lugar evitando el consumo de esa droga y buscando otras alternativas de diversión. Pero si se usan, pese a los peligros, está la posibilidad de hacerle pruebas químicas a las pastillas, para determinar si son realmente MDMA u otra sustancia. De hecho en países como España hay organizaciones que van a las discotecas para testear las drogas, como por ejemplo  Energy Control

Pero en Colombia solo se cuenta, por el momento, con Échele Cabeza, que si bien tuvo apoyo estatal, hasta hace dos años, ahora solo va a las fiestas o establecimientos en los que les soliciten sus servicios. “Hoy en día dependemos de lo que pagan los organizadores de los eventos”, agregó Quintero. 

No obstante, ese programa genera polémica, entre otras razones porque hay quienes lo señalan de normalizar el consumo de psicoactivos, aunque Quintero recalca que su trabajo se enfonca en los usuarios habituales de drogas que son mayores de edad. “Son un grupo poblacional con el que no funcionaron las acciones de la Policía y las de prevención del consumo, pero que no requieren de un tratamiento de desintoxicación”, aclaró.   

Para Augusto Pérez no es aceptable que el Estado financie esos programas de reducción de daños: “No se pueden poner laboratorios en las entradas de las discotecas para que analicen las sustancias que llevan las personas, eso sería fomentar una actividad ilegal. Además en un país como Colombia, donde hay niños que todavía mueren por enfermedades prevenibles, resultaría inmoral invertir dinero en algo así”.

El director de Nuevos Rumbos enfatizó que el consumo de  éxtasis es un asunto que atañe a la responsabilidad personal: “Pues si las van a usar pues que se aseguren que quienes se las vendan no sean el ‘dealer de hueco’ de una zona deprimida de la ciudad. Y lo otro es que no las ingieran con licor, algo que es muy obvio”.

Pese a ello, Quintero insiste en que las personas que no tienen el que llaman ‘consumo problemático’, es decir que no son adictas, trabajan o estudian, y solo usan el éxtasis por diversión, están en alto riesgo por no implementarse los programas de reducción. “Como no generan impactos sociales, no están robando, ni generando conflictos en el espacio público, las acciones del Estado no se dirigen a ellos, pero de un día a otro se mueren porque los engañaron dándoles otra sustancia que podría ser letal”.

Este experto agregó que los programas de reducción de daños, como el de Échele Cabeza, requieren también de un componente informativo y de alertas, que le permiten a los usuarios ‘recreativos’ conocer de los riesgos de la adicción, lo que evita que lleguen a un ‘consumo problemático’ que los pueden llevar incluso a las calles.

JOSÉ DAVID RODRÍGUEZ
EL TIEMPO