Murió el emblemático profesor Pitre
Por: Hernando KUKY Riaño Baute
Formador de la generación 70 y 80 que pasó por el colegio La Parroquial de donde era rector, José de la Cruz Pitre Molina, conocido como el Profesor Pitre, murió a los 81 años, luego de sufrir afecciones de salud.
Sin duda el Profesor Pitre dejó huella en Valledupar, fruto de su rectitud, el redpeto que inspiraba y la fama como corregia y enseñaba a los alumnos que hoy tienen inolvidables anécdotas. Uno de ellos Hernando ‘Kuky’ Riaño que plasmó en una crónica lo que significó este legendario educador que dio un invaluable ejemplo.
«Tal vez mi primer acercamiento a la intimidad del hogar de alguien con «poder» fue cuando estudiaba quinto año de primaria en la escuela Parroquial Vicente Valencia, o simplemente «la parroquial» como todos la llamábamos en el 1975 y que ahora se llama Pablo VI.
Eran para mí muchas cosas nuevas las que experimentaba en esta exuberante ciudad musical donde en cada esquina del barrio se escuchaban las canciones de Alfredo Gutierrez y Armando Moscote. Acostumbrado a las flemáticas y frias costumbres capitalinas y a la educación sosegada de la escuela República de Venezuela en el barrio santafe, estos colores, olores y sabores me superaban.
Las lecciones recibidas de mi maestra Nohemí eran muy diferentes a las que recibía de Juvenal Daza Bermudez, quien constantemente me decía que él le había hecho una canción a mi prima Leonorcita (Leonor Lara Baute) y yo no sabía como podía responder o usar esa información en esa época, cuando el tráfico de influencias no era delito sino sinónimo de estatus.
El caso es que en la Parroquial el rector era un profesor que según recuerdo vivía con su familia en el mismo colegio, lo que para mi también era algo extraño.
El profesor Pitre, era un hombre recio, de mirada firme, no titubea, no hablaba como los profesores Lucuber y Judaz. Pitre, aunque tenía una voz delgada, hablaba con poder y autoridad.
Me causaba curiosidad donde vivía y yo cada vez que podía me asomaba a su lugar de vivienda, no era una casa, eran cuartos separados, claro eran habitaciones pensadas como oficinas. Pero allí vivían la familia Pitre.
De vez en cuando veía como salía su hija, para un colegio diferente (tal vez el Prudencia Daza o el Santa Fe, no lo se). A veces escuchaba diálogos familiares entre los familiares, a veces veía como fritaban tajadas para el almuerzo. Ellos no me veian, y no es que yo fuera voyerista, solo era un curioso, que le llamaba la atención eso que bien podría utilizar un escritor para una novela del tan cacareado realismo mágico.
No recuerdo por que fue, pero un día, me llamaron a la rectoría, tal vez hice una pilatuna o no hice una tarea, pero lo que si recuerdo es que Pitre me iba a dar reglazos; tal vez en ese momento se me activó el don de la palabra ya que intenté por todos los medios de convencerlo de que yo no merecía el castigo, muy acostumbrado para los que se portaban mal, pero el hombre simplemente me dijo «ponga la mano». Me refregué la Palma con el pantalón para quitarme el sudor ya que por experiencia sabía que con agua duele más un golpe y suponía que iba a doler bastante, porque Pitre tenia fama de pegar duro. De hecho era el primero en la escala que teníamos los alumnos acerca de quien pegaba más duro con la regla y del 1 al 10, Pitre era el capo.
Como uno tenía sus crencias, como aquella de que afeitandote el bozo Te salia bigote y otras creencias como lo de la «cagá de gallina» para las mujeres que querían que les crecieran los senos, pues en la escuela se creía que si ponías una pestaña en la Palma de la mano la regla se partía al primer regletazo. Así que mientras me sequé el sudor de la derecha, con la izquierda me arranqué varias pestañas y las puse en la Palma donde me iban a pegar. Recuerdo la sonrisa del profe cuando me vio hacer eso mientras levantaba aquella pieza gruesa de madera, con el fin de destrozar mi palma y falanges. Y en ese momento se asomó Alba Rosa, la chica más bonita del colegio, quien con su forma de hablar y gracia iluminaba todos los pasillos de la parroquial.
Que pena sentí, cuando esa niña me vio allí en el cadalso, pero también sentí que iba a ser un héroe cuando ella viera como se rompía la regla.
Trasssss!!! Sonó ese reglazo. Y allí descubrí que las pestañas no quebraban las reglas. Pero intuí que el profesor no quiso utilizar toda su fuerza para descargarla sobre aquel cachaquito que le quería embolatar el castigo…..Ahhhh y también supe en esos dias que no me iban a crecer pelos en la mano como decían por ahí.
Hoy, en este momento, me rueda una lagrima, recordando estas cosas, pues acabo de ver una foto del profesor Pitre, idéntico a como lo recuerdo de hace 45 años aproximadamente, solo con unas canas de más y me enteré que acaba de fallecer y me dolió, como me duele que poco a poco desaparecen nuestros pilares, los que nos enseñaron el camino y quienes como el Profesor Pitre fueron nuestros faros.
Hasta pronto profe, gracias por su vida dedicada a educarnos y yo se que su morada en el cielo, ya el Señor la tiene preparada y gozará en su presencia y aunque hayan pasado tantos años le sigo y seguiré agradecido hasta que me toque el turno y allá, cuando pasen lista, el Pitre y el Riaño serán nombrados».