Venezolanos, nuestros hermanos
Debido a la crisis ocasionada en el vecino país de Venezuela, por lo menos 27.000 oriundos de ese lugar han llegado a Valledupar.
En su mayoría colombianos o hijos de compatriotas que en la opulencia y bonanza de Venezuela en los años 70 y 80 salieron a buscar oportunidades. Y sí que las encontraron.
Hoy que la torta se volteó y la inflación está por el cielo. El salario mínimo en el punto más bajo de la historia con 2.76 dólares y el desabastecimiento y la lucha para conseguir alimentos está a la orden del día muchos emigraron a diferentes países del mundo, siedo Colombia el mayor receptor de venezolanos.
No es fácil tomar la decisión de emigrar de su lugar de origen y dejarlo todo, su casa, su entorno, su familia, para salir a la incertidumbre de un país sin saber qué les espera.
Muchos son profesionales, médicos, periodistas, odontólogos y ante la imposibilidad de ejercer sus profesiones les toca vender, dulces, tinto, limpiar carros, casas o pedir en las calles para sobrevivir.
Quienes no han vivido una situación similar miran a los hermanos venezolanos con desdén, desconfianza, discriminación, sin imaginarse su sufrimiento, ‘salir de su casa, por trochas y no tener ni siquiera un lugar donde dormir después de haberlo tenido todo, es muy duro’, dice María Ferandez resignada.
Antes de negarle ayuda a una persona del vecino país o estigmatizarlo hay que ponerse en sus zapatos y pensar, ¿si yo estuviera en la misma situación?
Así como todos los colombianos no son Narcos, o no todos los costeros no son folclóricos, todos los venezolanos no son ladrones como se ha discriminado en muchos medios de comunicación.
Ellos solo necesitan ser vistos con consideración y respeto y que se les brinde la posibilidad de subsistir.