LA CONTAMINACIÓN EMOCIONAL: EL CÁNCER SILENCIOSO DE LA EXPLOTACIÓN MINERA EN EL CESAR.

Marcela Márquez
Comunicadora social y periodista

Si buscáramos información acerca de la contaminación ambiental que produce la explotación carbonífera en el Cesar, probablemente la hallaríamos, aunque no sin cierto grado de dificultad. Y, si también intentáramos conocer el impacto de la misma en la fauna silvestre, posiblemente sólo tendríamos que contactar a las autoridades competentes para que nos den luces acerca del estado de las iguanas, osos perezosos y demás animales característicos de la región, los cuales son realmente protegidos y salvaguardados. Sin embargo, si indagamos acerca del impacto negativo que producen, por ejemplo, las jornadas laborales por turnos rotativos de 12 horas de trabajo en las minas de carbón y sectores aledaños, sobre las emociones de los empleados y sus familias, muy seguramente la información encontrada sería escasa o nula. Por esta razón, este se está convirtiendo en el cáncer silencioso producido por la explotación minera.

Encontramos por ejemplo, sistemas de información como el SIMEC, Sistema de Información Minero Energético Colombiano, el cual está actualizado y contiene información relevante acerca de todo lo concerniente a la actividad minera. Está equiparado de distintos sistemas y herramientas, que ofrecen a cualquier persona interesada datos, cifras y hechos concretos en materia de legislación, responsabilidad social empresarial, impacto ambiental, entre otras áreas.

Sin embargo, a pesar de toda la inmensidad de la información, cifras y estadísticas que se pueda hallar en él, y aunque es realmente información certera, completa e imparcial en estos temas, no existe una herramienta, software o aplicativo que dé cuentas del impacto sociológico que esta actividad económica está teniendo sobre la población que es empleada y sus familias. Más allá de que se regulen los derechos laborales, las compensaciones o la calidad de las prestaciones sociales: se trata de una realidad que ha pasado a segundo plano por la cantidad de beneficios que supone esta industria.

Para nadie es un secreto que ser empleado de una mina confiere cierto nivel de prestigio o respeto social. Pero este prestigio sólo se queda en la apariencia. El deterioro emocional, cognitivo y socio-afectivo que padecen sus trabajadores es grande. Y muy pocos se atreven a reconocerlo, ya que no existen evidencias constatables de ello.
Y es que al hablar de las desventajas de laborar en una mina de carbón, la única preocupación que parece ser natural es la de una posible infidelidad, ya sea por parte del empleado o de su cónyuge. Tales son los casos que pululan en las redes sociales, como el reconocido caso del video del amante debajo de la cama, que se viralizó en un par de horas. Muy pocas personas comprenden que sacar deducciones simples o cómicas de estos hechos solo enturbia y esconde más el problema real.

Por otra parte, los entes de control, y los organismos de defensa ambiental se están preocupando y están trabajando por lo que el Estado les está exigiendo, cumpliendo con la normatividad vigente, y, si bien es cierto que cada mina ajusta sus operaciones de acuerdo a las legislaciones pertinentes en estos temas; a pesar de ello, tal parece que existe un gran vacío legal en cuanto a aquello que no es evidente, y que está afectando el patrimonio más grande que tenemos: nuestra gente; en resumidas cuentas, el deterioro emocional que padece cada persona que labora en ellas.

UNA VIDA QUE NO ES VIDA

Aunque se pueda decir que un empleado de una mina pueda llegar a tener las mismas condiciones que un empleado en otra clase de actividad económica, el caso que nos atañe hoy es el particular debido a que en el departamento del Cesar la explotación de carbón es la actividad económica de la que más regalías se deducen. Se han realizado estudios que corroboran que varias de las condiciones laborales de los “mineros” son perjudiciales para su salud emocional: en primer lugar los desórdenes del sueño y de los hábitos alimenticios, y en segundo lugar el aislamiento social y emocional de sus entornos familiares.

Por ejemplo, se conoce evidencia científica sobre que las personas que duermen menos de 8 horas al día tienen una mayor probabilidad de desarrollar enfermedades neurodegenerativas; adicionalmente, los cambios de horarios y la poca posibilidad de establecer rutinas y hábitos son detonantes de estados emocionales agresivos y estresados. Las horas de sueño no dormidas jamás se recuperan y las neuronas que se desequilibran o deterioran en estos estados obligados de vigilia son las responsables de posteriores patologías como bajo rendimiento académico, lagunas, baja percepción sensorial, entre otros.

En primer lugar encontramos el insomnio que desarrollan como consecuencia de los cambios abruptos de hábitos en los turnos laborales. Si bien muchos empleados de turnos pueden considerar el insomnio como una consecuencia normal de sus labores, esto no quiere decir que no sea un deterioro de su salud. Según lo explica un informe del Instituto del Sueño Neurodiagnos “Se relacionan al insomnio trastornos mentales como la ansiedad, depresión y el estrés. Muchos estudios clínicos han comprobado estos factores. La presencia de enfermedades circulatorias, digestivas, respiratorias, alergia, jaqueca y desórdenes reumáticos muestran las elevadas asociaciones del insomnio junto al dolor, estrés vital, y poca satisfacción con la propia salud. Estos hallazgos enfatizan la importancia de reconocer en el diagnóstico y tratamiento del insomnio las enfermedades crónicas, el dolor y el estrés vital.”
La calidad del sueño que sí se logra conciliar es baja y esto puede llegar a repercutir en su salud mental “Una cantidad de sueño apropiada es una condición fundamental para lograr una buena calidad de vida. Un insomnio pertinaz puede predisponer a muchos individuos a desarrollar una enfermedad psiquiátrica. El sueño insuficiente se asocia con el riesgo de adquirir enfermedades psiquiátricas y otros desórdenes como depresión, asimismo, con aguda somnolencia diurna lo que aumenta el riesgo de accidentes laborales y de tránsito. En tanto, jornadas de trabajo muy largas arriesgan la salud de la población de edad mediana. Por tanto, se debería considerar en todos los chequeos médicos de las personas que trabajan si el paciente duerme lo suficiente.”

Cuando un empleado se encuentra en turno nocturno de 12 horas, debe utilizar las 12 horas restantes del día para descansar y reponer energías; sin embargo, la alimentación se ve afectada ya que para lograr una alimentación balanceada y en los horarios normales, el individuo deberá interrumpir su descanso; por el contrario, si opta por proseguir con su descanso, esto le impedirá alimentarse correctamente. A largo plazo estos desórdenes ocasionan problemas digestivos como la gastritis, úlceras, hígado graso, diabetes, entre otros padecimientos.
Todo lo anterior sumado a que la mayoría de ellos deben permanecer aislados de sus familiares y de sus entornos por períodos prolongados (hasta los días de descanso), puesto que sus lugares de trabajo están retirados de donde sus familias efectúan sus actividades cotidianas; y, en el caso de que convivan cerca, la extensión de los turnos por 12 horas y el subsiguiente agotamiento les impide compartir tiempo de calidad en su tiempo libre, ya que deben invertirlo en recuperarse.

Todas estas condiciones afectan el desarrollo normal de la vida del empleado y, por ende, afectan también sus relaciones con su entorno más inmediato: la familia. Esto, a su vez, empeora y agrava la situación. Aquí es donde ocurre el temido “efecto dominó”: no sólo se afecta la vida personal sino la familiar, se destruyen relaciones de pareja y los lazos familiares. Ni con los salarios más grandes ni las prestaciones más aventajadas se puede compensar las pérdidas que se producen: La contaminación emocional se está convirtiendo en un cáncer, y está destruyendo silenciosamente el capital humano de los cesarenses.