
By: Yarime Lobo Baute
(Inspirada en esa hermosa imagen de una mano divina derramando rayos de luz sobre una mano humana abierta, símbolo eterno del amor incondicional que desciende para elevarnos)
2025 se despide. Llevamos en el corazón cicatrices y victorias, lágrimas y risas, despedidas y reencuentros. Hubo días en que creímos que no íbamos a poder más y, sin embargo, aquí estamos: vivos, enteros, más sabios. Y el 2026 aparece en el horizonte como una página en blanco que nos mira con ojos de niño: sin juicios, solo con posibilidad.
Por eso la bendición se vuelve ahora más urgente que nunca.
Bendecir no es un adorno espiritual; es el modo más poderoso de cerrar un ciclo y abrir otro.
Cuando bendecimos el año que se va, no lo hacemos para fingir que todo fue perfecto. Lo bendecimos para soltar.
Bendecimos las caídas porque nos enseñaron a levantarnos, bendecimos las puertas que se cerraron porque otras se abrieron, bendecimos incluso el dolor porque talló en nosotros más espacio para amar.
Y cuando bendecimos el 2026 que aún no llega, estamos sembrando.
No sabemos qué traerá: tal vez sueños cumplidos, tal vez pruebas inesperadas. Pero al bendecirlo ya, le decimos al Gran Creador de los Cielos y la Tierra: “Sea lo que sea que venga, yo escojo recibirlo con el corazón abierto y confiar en que todo conspira para mi crecimiento y mi bien”. Esa es la verdadera fe: no la ausencia de miedo, sino la presencia de amor ante lo desconocido.
Imagínate entrando al 2026 con las manos así: abiertas, listas para recibir y para dar.
Bendiciendo desde el primer segundo del 1 de enero.
Bendiciendo tu cuerpo que te sostuvo un año más.
Bendiciendo tu mente que aprendió a calmarse en medio del ruido.
Bendiciendo tus relaciones, las que se quedaron y las que se fueron.
Bendiciendo tu cuenta bancaria, sea cual sea su saldo, porque es semilla.
Bendiciendo tus sueños, aunque aún no tengan forma.
Bendiciendo tu país, tu planeta, tus hermanos humanos aunque no piensen como tú.
Porque cuando bendices sin excepción, te conviertes en el puente entre el cielo y la tierra.
Recibes la luz y la pasas adelante.
Que el 2026 te encuentre bendiciendo.
Que te encuentre con el alma ligera de tanto soltar y el corazón lleno de tanto amar.
Que cada mañana del nuevo año sea un “amén” silencioso a la vida.
Y que al final del 2026, cuando miremos atrás, podamos decir con lágrimas de gratitud:
“Fue un año bendito… porque yo lo bendije desde el primer día”.
Feliz, bendito y luminoso 2026, almas hermosas que se toman el tiempo y espacio de leerme. Que la luz divina siga tocando sus manos abiertas cada día del año que nace.
Con mi Alma, Mente y Corazón al unísono.
