Tras permanecer más de 17 años desaparecido, Iguen volvió a reunirse con su familia en La Guajira
A 15 kilómetros del municipio de Fonseca, en La Guajira, está el corregimiento de Conejo, un centro poblado en el que fue inhumado a perpetuidad el cuerpo de Iguen Martínez, luego de una ceremonia culturalmente pertinente llevada a cabo por la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), en la cual los familiares pudieron abrazarse al cofre que contenía su cuerpo y darle el último adiós.
Iguen desapareció y falleció en el marco de las hostilidades ocasionadas por el conflicto armado en la Sierra Nevada de Santa Marta, hace más de 17 años. Su familia consanguínea y social, perteneciente a la comunidad kankuama, perdió su rastro y, años después, recibió la noticia de que había fallecido en la zona de Las Lagunas, un pico alto de la Sierra Nevada. Sin embargo, por las dificultades del terreno, no pudieron acceder al sitio donde permanecía su cuerpo. La Unidad de Búsqueda, después de investigar y recibir aportes de información, ubicó el cuerpo, lo recuperó y, tras la confirmación de identidad por parte del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, lo entregó a sus familiares en el corregimiento de Conejo.

Conejo es un nombre propio del territorio que hace referencia a la abundancia de ciertos elementos de la fauna local, como conejos, liebres o guatines, pequeños mamíferos que suelen vivir en grupos y que habitan la Región Caribe. Este corregimiento está ubicado a 116 kilómetros de Riohacha, capital de La Guajira.
La Unidad de Búsqueda en la territorial Cesar recibió la solicitud de búsqueda durante una jornada de trabajo con integrantes de la Corporación Humanitaria Reencuentros, conformada por excombatientes de las antiguas FARC que hoy se dedican a aportar a los procesos de búsqueda de las personas desaparecidas.
En la solicitud de búsqueda pedían a la entidad recuperar el cuerpo de una persona de origen kankuamo, llamada Iguen Martínez, quien había desaparecido en 2007 en un caserío llamado Aguas Dulces, perteneciente al corregimiento de Sabana Crespo, en el municipio de Valledupar, territorio del pueblo indígena arhuaco.

Un equipo de profesionales de la Unidad de Búsqueda, acompañado por miembros de la Corporación Humanitaria Reencuentros, realizó una travesía entre montañas y valles de la Sierra Nevada. Recorrieron cerca de 17 horas de un camino rocoso, alcanzando más de 3.000 metros sobre el nivel del mar, para rescatar el cuerpo que había sido envuelto en un abrigo y resguardado en una abertura formada por dos rocas. Una vez recuperado, fue enviado al Instituto de Medicina Legal donde fue identificado.
A lo largo de su existencia, Iguen había cultivado una familia extensa, no solo la sanguínea —grande, dada la descendencia de sus diez hermanos—, sino también una familia social, construida a partir de su amabilidad, lealtad, alegría y capacidad de liderazgo, que hacía crecer los vínculos cada vez que se relacionaba con nuevas personas.

En medio de anécdotas, llanto y un cúmulo de sentimientos encontrados, el cuerpo de Iguen fue velado en una ceremonia cerrada. Recorrió las tres calles sin pavimento, bajo un cielo nublado que presagiaba lluvia, en los hombros de sus hermanos, hasta llegar finalmente al osario del camposanto en el corregimiento de Conejo, donde fue inhumado.
Esta misión humanitaria materializó el principio de no discriminación incluido en el mandato constitucional de la entidad, que prioriza aliviar el sufrimiento de los familiares de personas desaparecidas, sin cuestionar el rol que estas ocuparon en el marco del conflicto armado. La investigación asociada al Plan Regional de Búsqueda Sur de La Guajira – Norte del Cesar permitió comprender las afectaciones sistemáticas y desproporcionadas que la desaparición ocasionó a los cuatro pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta: kankuamo, wiwa, arhuaco y kogui, quienes han impulsado, desde sus formas organizativas, la búsqueda y el reencuentro con sus desaparecidos.

