Bajo el manto del Carmen, un amor del eterno hoy

 

 

Por Yarime Lobo Baute

Cada 16 de julio, cuando la Virgen del Carmen derrama su manto de luz sobre Valledupar, mi corazón se detiene en un instante sagrado: un día igual que hoy pero en el año 1971 mis padres, Elfido Armando Lobo Neira y Elizabeth Baute Lora, unieron sus almas en la arenosa Barranquilla, coincidiendo la fecha con el natalicio de mi abuela materna Carmen Cristina Lora Molina.

Sembrar la palabra, Tejerla y volverla versos, dejar salir la esencia del Alma con arte en todo el sentido y magnitud de dicha palabra, construir sueños más allá del cemento propendiendo por el cimiento, ver y sentir el mundo con los ojos del alma: ese es el legado que su amor sembró en mí, me dieron llegada con su amor a este mundo, me dieron la vida como un lienzo donde pinto y trazo mi mundo con colores y las tintas de la eternidad del presente.
Mi padre, nacido en 1944 en la Loma de González, Cesar, donde una heroina llamada Leonelda Hernández dejó a su paso destellos de la savia botánica, de la lucha y las libertades como antorchas del ser, el con apoyo de su madre se formó como ingeniero agrónomo, un cultor de la tierra un Quijote de la siembra como camino y fin de la humanidad:
sembrar para recoger. Me enseñó el poder de la semilla: la paciencia de sembrar con manos amorosas, bajo el amparo de Dios, y la fe en la cosecha que florece. Su paso por la política conservadora, guiado por el servicio, además de ser un reflejo de la herencia de su madre, Felisa Neira Sánchez, quien hoy, a sus 103 años continua más viva y radiante que nunca,
Su presencia nos recuerda que fue concejal liberal por 23 años en los tiempos del más crudo enfrentamiento entre liberales y conservadores. Con templanza y benignidad apeló a los argumentos de amor y unidad, para tejer puentes entre liberales y conservadores, sembrando luz y paz en medio de tormentosos momentos de violencia. Mi madre Elizabeth, nacida en 1949 en Valledupar, es un verso del Guatapurí, donde la sirena Rosario Arciniegas murmura leyendas que ella misma me recordaba con cantos para hablarme de obediencia y sumisión. Su pluma excelsa, que brilló libre y oronda en columnas que fueron publicadas en su momento en el Diario Vallenato de Lolita Acosta y Sarita Maestre de Acosta, me enseñó a tejer con letras, a hilar emociones que sanan y elevan el sentipensar. Guiada por su madre, Carmen Cristina, cuya fe, resiliencia y gallardía fue farol, también quiso abrazar la política conservadora como servicio, con el corazón en su tierra, haciendo una de las
Campañas más hermosas que una mujer en su tiempo se haya atrevido emprender, no logró conquistar la curul, pero si muchos corazones que aún hoy se preguntan a dónde fueron a parar aquellas papeletas que se necesitaron para validar la hermosa
Acogida que muchos le dieron a su voz y propuestas.

Desde Valledupar, donde hoy viven con calma y pundonor los trayectos del ocaso, su amor es un acordeón que canta a diario los cuatro aires Vallenatos, un canto que trasciende lo tridimensional.

Sus madres, Felisa y Carmen, pilares de sus vidas, son luceros, fuerza motora para crear y dejar por sentado que obras son amores, tangibles, intangibles y eternos.

Cada 16 de julio, bajo el manto de la Virgen, agradezco su unión, que me dio alas y Raices para tejer versos que son semillas, para construir desde el ser. Su amor, como las siembras de mi padre y las letras de mi madre, cada día nace con el sol,
Duerme con la noche, despierta y florece eternamente en mí.

Larga vida al despertar de sus consciencias padres míos y en especial la concepción de ese amor que inició un 16 de Julio como fiesta de la virgen del Carmen

Yarime Lobo Baute