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“Seguí por cinco años las huellas por donde el conflicto se llevó a Claribel”: la búsqueda de Enith

 

Una sensación de desesperanza, alimentada por el dolor, le marcaron el camino que debió recorrer Enith y su familia, buscando una pista que la llevara a dar con el paradero de su hija. Fue un ritual que adoptó como estilo de vida. Levantarse cada mañana a caminar sobre las mismas huellas del día anterior, en un paisaje inmóvil, donde lo único diferente era la ilusión creciente de pensar que ese día sí la encontraría. Después de cinco años de caminar el mismo trayecto, su cuerpo empezó a reclamarle descanso y se vió obligada a parar. “El dolor más grande que se siente en el alma es la pérdida de un hijo”, expresa mientras un suspiro profundo acompaña sus palabras.

Se llama Claribel, una colegiala que un par de meses atrás, antes de su desaparición, había cumplido 14 años. Ella salió una mañana de su casa para el colegio, luego de caminar 400 metros de calles empedradas y polvorientas de Villanueva, en La Guajira. Entró a las instalaciones, se sentó en su salón y se concentró en la clase. Cursaba los últimos años para terminar la primaria. Pasadas las primeras horas de la jornada escolar, suena la campana para salir a recreo y los estudiantes se dispersan para hacer la pausa. Ese primer descanso alejó a la estudiante aplicada y alegre, como la recuerdan sus familiares.

El rastro de Claribel se perdió en la inmensidad del desierto guajiro una mañana de 1999, cuando empezaba a disfrutar de su adolescencia. “Era una niña muy alegre, noble. Jugábamos a bañarnos en la lluvia. Fui muy cercano a ella, por eso la extraño y me duele que no esté”, lamentó en tono semipausado un familiar, que permaneció inmóvil durante la ceremonia de entrega digna. Los años siguientes, la familia se apoyó en amigos, vecinos y conocidos para continuar la búsqueda sin éxito, recorriendo los mismos caminos que creyeron pudo alejarla, donde llegaban hacían las mismas preguntas que nunca tuvieron respuesta.

Años después de la desaparición de Claribel, la familia se dispersó, hubo distanciamiento y algunos se desplazaron para otros municipios de La Guajira. Siete años después, Enith recibe por medio de un vecino la noticia que jamás esperó escuchar. “Me dijeron que en el cementerio de San Juan del Cesar habían traído tres cuerpos de mujeres sin nombre, que los habían enterrado y que creían que mi hija estaba entre ellos”, relató esta madre.

 

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