Por. Eduardo Santos Ortega Vergara.
Todavía tengo en mi mente, como si fuera ayer, la imagen del que actualmente es nuestro presidente, afortunadamente en el ocaso de su segundo e interminable periodo. El señor Juan Manuel Santos siendo candidato, en medio de un debate y ante una pregunta de Antanas Mockus, juró que firmaría en mármol, de ser necesario, que él no impondría más impuestos al pueblo Colombiano. Y voté por él. No por ese juramento, no por sus promesas; sabía que esas promesas y juramentos eran una vil e infame mentira. Como ha sido mentira, en ese orden, la mayoría de promesas de los presidentes anteriores. Uribe, Pastrana, Samper, Gaviria, etc. etc. Y sí, voté por la opción de una oportunidad que nos merecemos como pueblo hastiado de la guerra, la mentira, la corrupción, la impunidad, la ignominia de tener tantos bandidos sentados en las sillas de los honorables representantes esos que nos personifican en el congreso de la república; voté por la paz que hace más de un siglo buscamos y la angustia que me generaba el pensarme un día más en la guerra. Voté más por el deseo intrínseco que me movía todo el ser, esas ganas de ver a mi patria libre de guerra. La bandera programática de ese entonces, del señor Juanma, era la paz y darle casas a rey mundo y a todo el mundo. Y puso a Vargas Lleras para que hiciera el curso de presidente y entregara las casas, a ese pueblo que había soñado siempre con su casita propia.
Y mientras tanto, diálogos de paz en la Habana Cuba, con las Farc; más reformas fiscales y cascadas de impuestos, más diálogos de paz y la corrupción galopante sin control, y más diálogos de paz. En fin. Nada diferente a lo que todos ofrecen acabar hoy.
Estamos en campaña y la bandera programática se ondea en contra de la corrupción. A eso aspiran, o al menos eso nos prometen los que desean dirigir los destinos de este país abatido y manejado por una clase dirigente que está en tela de juicio de manera permanente. Nadie les cree.
Pero ellos Juran y, quizás como éste, también firmarían sobre mármol, que ellos no subirán la edad a los colombianos trabajadores para pensionarse y tampoco subirán más el IVA. Ni el salario mínimo. Ni un impuesto más. Como diría el filósofo De Suso´s «El que lo entendió lo entendió» Ver para creer
Vemos debates por todos lados, están de moda los debates, unos promovidos por los jóvenes, eso se aplaude; justo y necesario que se interesen por saber que le ofrecen sus candidatos. A través de los medios y canales privados observamos a cada uno de ellos: Petro de izquierda, hay uno fuerte de izquierda que nunca lo había; para que se pellizquen los de ultra derecha que se creían dueños absolutos de los borregos que los elegían con falsas promesas o con argumentos hostiles. Duque de derecha, dicen que es el títere de Uribe; polarizado está el país con estos dos «manes». También está Vargas Lleras, se ha autoproclamado el candidato del centro. Y todo el mundo lo ve como la opción de la maquinaria enmermelada del presidente. Y por la Calle de las componendas pacíficas de diálogos y acuerdos, viene Humberto. Ojalá que no sea con un futuro incierto. También está Fajardo, y como dijera la pluma mágica de Safady, este personaje ex alcalde y ex gobernador, no está ni frío ni caliente. Con él no se sabe. Por el lado femenino está Vivían Morales también con poco destino, ¿Qué pasará con las mujeres de Colombia? Tienen todo para dirigir y sencillamente no se ponen las Eveready. Bueno, son excelentes propuestas de trabajo; programas de gobierno que sería, de darse como lo plantean, la panacea a todos los problemas que hoy nos agobian. Pero eso al final no termina siendo tan cierto, pues al día siguiente de ganar y de posesionarse, vienen a bañarse al rio Guatapurí, es la primera promesa y única quizás, que cumplen de manera inmediata. Luego viene la hecatombe; la cascada de impuestos, la difícil situación de los campesinos sin apoyo y abandonados a su suerte. Los maestros agobiados con esos salarios miserables y de igual forma mal tratados en sus labores. Los despilfarros de la plata en obras llenas de corrupción y lo más triste, sin que pase nada por los malos manejos y por la corrupción. Hoy vemos los debates y luego cada uno, sacando sus propias encuestas. Cada uno diciendo que su candidato es el mejor, y ahondando la brecha y distanciándonos en la polarización que hoy reina. Siguen los debates, las encuestas dando cada una un ganador diferente y las promesas que pululan en un ambiente político interminable lleno de fantasías, esperanzas y de un miedo único. Para todos, el llamado es a ser responsables, a ser exigentes y no tragar entero y a pedir que se maneje con inclusión este país para que no sigamos en el caos administrativo que vivimos. Todo por el bien del país, seamos sensatos y sin apasionamientos votemos bien y de ser necesario, que sí lo es, castiguemos con la nulidad a los políticos corruptos. Sólo Eso.